El terremoto en Italia: un año después.

Se ha cumplido ya un año del terremoto en Italia. En italianamente, queremos que la primera entrada de nuestro Blog para este año académico que iniciamos, esté dedicada a todas aquellas personas afectadas por la terrible devastación que asoló Italia central, hace ahora un año.

Vamos a visitar la región de los Montes Sibilinos, en Las Marcas. En esta zona, se encuentran los pueblos menos afectados por los fuertes terremotos que tuvieron lugar en agosto de 2016. Afortunadamente, a ellos ha vuelto el turismo. Una dosis de energía y optimismo para una zona que ha sufrido las consecuencias sísmicas más importantes del último siglo.

Y sí, a un año del gran terremoto en Italia, los turistas han vuelto a estos bellos parajes de los Apeninos Centrales. Tanto es así que en la zona de los Montes Sibilinos las estructuras hoteleras se han visto a menudo desbordadas por la masiva presencia de visitantes. 

Turismo solidario

Nos estamos refiriendo en concreto, a la vertiente adriática de los Montes Sibilinos. En la región de Las Marcas, pueblos afectados como Amandola, Montemonaco o Sarnano han visto como sus comercios se llenaban de turistas solidarios que este año han decidido pasar en esta región sus vacaciones y ayudar en la medida de las posibilidades a la recuperación económica de la zona.

Encontrar una habitación en agosto era prácticamente una odisea. Todo estaba completo a menos de 20 o 30 kilómetros alrededor de la zona de los epicentros. Gentes llegadas no solo de Italia sino de todas las partes del mundo.

El terremoto en Italia, golpeó duro estos pequeños pueblos.  Salvo algún caso aislado, no llegó a derrumbar edificios. A simple vista, todo parece normal, como si no hubiera pasado nada. No hay escombros ni casas derruidas. Hay gente por las calles. Las casas habitadas y las tiendas abiertas.

El pilar de la economía en esta zona es el turismo. Pero, la presencia de turistas en estos bonitos pueblos de la región de Las Marcas, no solamente ha sido un impulso económico a la zona. Sobre todo, ha supuesto una inyección fuerte de coraje a estas localidades golpeadas por el terremoto en Italia.

Un ejemplo de este coraje por ejemplo, ha sido encontrarnos con una inesperada sorpresa. La recién reapertura de la casa del Parque Nacional de los Sibilinos. Este emblemático lugar, había sido cerrado después de los acontecimientos. El antiguo palacio medieval donde está ubicado había sufrido daños estructurales.

Nada les ha importado a los habitantes. Ante la avalancha de visitantes han abierto en una nueva ubicación. Una joven animosa, nos daba y explicaba toda la información de carreteras cerradas, senderos transitables y las desviaciones que podíamos tomar. Un esfuerzo ímprobo para que todo vuelva a la normalidad.

Zonas de restricción.

Junto a una mesa donde los únicos recuerdos son algunas camisetas, nos llama algo la atención. Es curioso observar el libro de visitas. Las últimas firmas son del día antes del terremoto. 

Pero, aunque en esta zona los daños han sido menores, el terremoto en Italia sí ha creado muchos daños en el parque natural. Muchos senderos están dañados y en el camino nos encontramos con muchos derrumbes.

La carretera que sube a las impresionantes «Gargantas del Infierno», sigue aún cortada al tráfico. Como alternativa, nos desviamos por la carretera que sube desde Montemonaco al «Refugio Siblilla». Desde allí, a 1540 metros de altitud, podemos ver una de las mejores vistas de toda la comarca. 

Gozar de la visión a vista de pájaro de «Las Colinas de Las Marcas» es una experiencia inolvidable. Admiramos el «Monte Vettore». La montaña más alta de los Sibilinos. Y como tuvimos suerte, ya que el día estaba muy despejado, a lo lejos, claramente el Adriático. 

Y aquí, en alta montaña, al igual que en los pueblos, también turistas. La carretera que se alza hasta el refugio está sin asfaltar. Daba igual. Nos cruzamos con toda clase de vehículos. Matrículas de Holanda, Alemania, Suiza, Polonia y también españoles.

Como digo, la subida a las «Gargantas del infiernos» aún están restringidas por los daños causados. Pero no obstante, la mayoría de las carreteas y senderos sí son ya de libre acceso.

Zonas sin restricciones.

En la zona denominada la «Madonna dell’Ambro», nos encontramos un sinfín de senderistas. Aquí, en un límite del bosque, la gente se pasa el día entero alrededor del arroyo. 

Los más atléticos me comentan que suben, a pesar de los desprendimientos, a lo alto de la montaña. No es nuestro caso. Preferimos subir en coche al «Sassotetto», justo al lado de la «Pintura di Bolognola» y disfrutar desde aquí de otra maravillosa vista sobre las altas cumbres de los Sibilinos.

Nos comentan los habitantes de Amandola y también de Sarnano que hasta hace poco, todo era drama y silencio. Ahora, cuando va oscureciendo y la noche cae, todos los restaurantes y pizzerías se llenan de comensales. Parece que el drama del verano y del otoño pasado ya se esté alejando. 

No obstante, aunque la presencia de turistas infunda optimismo en la región, es evidente que aún queda mucho por hacer. Los daños son muchos y están extendidos por un área muy extensible.

A partir de ahora, nuestro recorrido ya no parece tan optimista. Nos vamos adentrando en la vertiente oeste de los Montes Sibilinos. Aquí, el panorama cambia de tonalidad. 

Aquí, la recuperación no ha podido ser posible tan rápidamente. Los rostros que nos encontramos ya no son iguales que los de Montefortino, por ejemplo. No se respira tanto ya en el aire tanto optimismo. Y es comprensible. Tan sólo basta mirar el paisaje para experimentar un solemne respeto con lo que ocurrió en esta zona justo ahora un año.

Los daños aquí fueron más fuertes y la devastación más intensa. Por muchos turistas que llegaran aquí, no lograrían recuperar esta zona más castigada del terremoto en Italia.

Vertiente oeste de Los Sibilinos.

Principalmente, visitamos los pueblos de Visso y Ussita. En ambos, las sacudidas fueron mayores. Los escombros y las casas derribadas siguen estando aquí. 

La mayoría de carreteras en esta zona, aún sigue cortada. Pero aunque estuvieran abiertas, las condiciones para la habitabilidad son muy escasas.

Pasamos con el coche muy cerca de lo que denominan «zona roja». La imagen de pueblos destruidos te corta el aliento. Una profunda emoción de desasosiego te embarga rápidamente. Aquí todo es silencio. Un silencio ensordecedor que producen los gritos sordos de las casas derrumbadas.

En las zonas periféricas se trabaja para instalar refugios de madera. Los miles de desalojados, algunos ya se han instalado aquí. Mientras de construyen, la poca gente que se ha quedado aquí vive en contenedores de plástico.

Todos los servicios de los pueblos se han desplazado a estos habitáculos prefabricados de plástico o metal. La policía, la farmacia, o incluso la oficina de correos. La mayoría de los habitantes han emigrado a la costa adriática. El Estado Italiano los ha realojado en hoteles o pisos de alquiler. 

Aquí ya no se respira optimismo. Tampoco les apetece mucho hablar de lo sucedido. Bastante tienen con sobrevivir. Pero no expresan rabia ni resentimiento alguno por la rapidez o dejación de las ayudas estatales.

En alguna radio de algún barracón se escuchan constantemente noticias sobre las ayudas. También sobre los esfuerzos que el gobierno está haciendo para la pronta recuperación de la zona. Ellos guardan silencio. Nosotros, tampoco preguntamos.

Decidimos desaparecer pronto. Ni ellos tienen ganas de visitas y mucho menos de charlar con desconocidos. Cuando el dolor es tan profundo sobran las palabras. Nos despedimos con un fuerte abrazo de alguien que vino a nuestro encuentro y las únicas palabras de despedida que intercambiamos fueron unas recíprocas lágrimas. No hacía falta más.

Amatrice: zona cero.

Pero, desgraciadamente, lo peor estaba por venirnos. La impactante imagen de la devastación del terremoto en Italia, sigue estando viva. Accumuli, Arquata del Tronto y sobre todo Amatrice, son la zona cero de la catástrofe.

Estamos en la zona meridional. Entre los Montes Sibilinos y los montes del «Gran Sasso». Quienes llegamos desde Roma, transitando por la milenaria Vía Salaria, nos encontramos con esta tragedia.

Aquí, la reconstrucción ni siquiera ha comenzado aún. El turismo sigue sin poder venir por la falta de estructuras y sobre todo por el cierre del 80% de las carreteras. Tan sólo transitan vehículos especiales que trabajan con los escombros. Todo es muy lento. Además, los escombros, según marca la legislación italiana, han de ser tratados como residuos. Esta legalidad, paraliza aún más la reconstrucción.

Llegados a este punto, es comprensible que las autoridades, mantengan el paso cortado a cal y canto. No pudimos pasar. 

De los 299 muertos que se produjeron en la primera gran sacudida de la noche del 24 de agosto, la mayoría eran de Amatrice. Los Apeninos centrales se abrieron y no solo físicamente. También se abrió una herida en el corazón de Italia. 

Ha pasado ya un año. Ahora las sacudidas se han hecho ya menos escasas, aunque sigue habiendo réplicas. La sensación de inestabilidad parece irse aliviando.

Sin embargo, los sismólogos que han estudiado el terremoto en Italia, coinciden en que un terremoto de tal magnitud, y que se extiende sobre un área tan extensa, podría no haber concluido.

El futuro de la región.

El futuro de la zona cero es incierto. Todo son cábalas y proyectos que no se acaban de concretar. Aunque el sentir de la población es la rehabilitación total de todas la zonas, desgraciadamente, los números no cuadran.

Mientras tanto, los espléndidos Montes Sibilinos muestran orgullosos sus picos. El silencio se impone en sus praderas al sol. El movimiento que hace un año sonó con un ensordecedor ruido, se muestra ahora en un estado de quietud.

Lo único que ahora se escucha es el viento peinando las amarillas praderas de la alta montaña. Y aunque la sequía histórica de este año ha hecho que los bosques de robles y hayas se marchiten, volverán a vivir en esta espléndida zona del centro de Italia.

Para terminar, quiero dejar plena constancia de que el «basso ostinato» en mi viaje ha sido la esperanza de las gentes encontradas. Una esperanza que ahora de retorno en Madrid, me parece consiste en proponer un empeño no sólo hercúleo sino quizá también ilusorio. Quiero decir, quijotesco.

Visto lo visto, y religado por mi experiencia con las personas afectadas, hoy me parece inalcanzable la alegría. Inevitable la tristeza.

Pero también recuerdo que Don Quijote, derribado en la playa de Barcelona por el Caballero de la Blanca Luna y apremiado con la lanza al cuello para renegar de la belleza sin par de Dulcinea, aún tuvo fuerzas para resistirse y volver a proclamarla, diciendo: «no es bien que mi flaqueza defraude esta verdad». Así dijo el de la más triste figura y así aligeró su alma.

Con el recuerdo a todos los afectados de una manera u otra del terremoto en Italia del año pasado, queremos este año comenzar nuestro curso académico.